Ahora que voy teniendo mas tiempo me gustaría seguir subiendo mi colección de cartas al blog.
Algo que no puedo prometer es que vaya a ser rápido porque con tres terremotos es difícil encontrar tiempo libre.
Y como aun tengo que sacar fotos y organizarme un poco para seguir subiendo cosas, voy a contar una pequeña anécdota.
El titulo de esta entrada viene porque hoy he vuelto a sorprenderme al encontrar tres paquetitos de cartas en el lugar mas inesperado.
Hacia ya mucho que no encontraba nada y reconozco que me ha hecho ilusión.
Esta mañana me dio por querer ir a un rastrillo que ponen en un polígono, es bastante grande y a mi me encanta ver lo que vende la gente, muñecas antiguas, cuadros y montones de cacharros que me traen recuerdos. Nunca suelo comprar nada, solo me gusta curiosear, pero mientras mi marido preguntaba por unos juguetes para las niñas he visto en uno de los puestos lo que parecían unos paquetes de cartas aprisionados bajo un montón de libros antiguos.
No se ni como los he visto porque estaban muy tapados, los he reconocido por el plástico de fuera...
Me ha costado quitar todo lo que tenían encima sin llamar mucho la atención, pero cuando he comprobado que era lo que creía he sonreído contenta y no he podido resistirme a comprarlas. Da igual que ya las tenga, dejarlas en el suelo, olvidadas y maltratadas era algo que no podía hacer.
Para mi las cartas tienen mucho valor y siempre me emociono cuando encuentro algún paquete en alguna tienda algo que ya cada vez es mas difícil.
Aun recuerdo cuando se encontraban en todas la papelerías, cuando teníamos donde elegir y nos pasábamos largos ratos pensando cual llevarnos, los nervios de pensar si les gustarían a nuestras amigas y si serian fáciles de cambiar.
